Qué difícil es empezar a escribir estas primeras líneas, qué duro se me hace pensar que seguramente no volveré a verte subido en uno de esos monoplazas que me hicieron llorar a moco tendido la primera vez que los escuché allá por 2009 en los test de pretemporada en Jerez.

Lo recuerdo como si estuviera ahora mismo allí: febrero, hacía frío, llovía, eran sobre las 15:30 de la tarde y me encontraba en la recepción del hotel con la tremenda ilusión de poder verte en carne y hueso. Apenas tenía 14 años e iba de arriba abajo vestido con tu merchandising, todo valía para que vieses que te animaba como el que más. Hasta el propio Lewis Hamilton, por aquel entonces enemigo acérrimo de todos los aficionados españoles, se tomó la confianza de gastarme una broma preguntándome si iba a animarle a él. He de reconocer que la poca experiencia me jugó una mala pasada y estuve dubitativo en la respuesta.

Esos días fueron increíbles… emociones a mansalva. Recuerdo que el director del hotel nos dejó un pase para que bajo un diluvio universal pudiésemos acceder al paddock del circuito y así ver a pocos centímetros esos alerones gigantescos que arropaban a aquellos monoplazas que me hacían vibrar cada domingo en casa.

Más tarde llegaría el tan ansiado momento: conocerte. Todos sabemos que si hay algo en lo que no destacas precisamente es en tu estatura con 1,70 m, pero reconozco que en ese momento me pareciste similar a un jugador de la NBA. Seguramente fue por la primera impresión y quedarme posteriormente en shock. Comencé a gritar como un loco: “Mamá, mamá, Alonso ya está aquí” y ella con una cámara de fotos prestada que no había utilizado nunca antes se dispuso a inmortalizar tan ansiado momento. Tras unos primeros intentos nos empezamos a poner nerviosos, las fotos no salían bien, por lo que tú mismo dijiste: “Quizá haya que ponerle el flash. Vamos a probar al lado del ascensor que hay más luz”. Mi madre no daba una y recuerdo que en esos momentos en los que tan solo ansiaba que saliese bien una foto, se puso a decirle cosas a Fabrizio, tu fisio personal y mano derecha, que obviamente no entendía nada de lo que le decía mi madre, aunque estuvo muy educado y sonriéndole como si fuese español de nacimiento. Qué cosas…

Gracias papá y mamá por hacerme el mayor regalo de mi vida. Una sorpresa en la que depositaron todo su amor y toda su entrega para que yo cumpliese un sueño, una sorpresa en la que se dejaron literalmente: el alma. Mi madre tenía un lumbago de esos que hacen historia y mi padre… que decir de él… aguantó como el que más escuchando ese sonido ensordecedor de los F1 de antaño que al parecer le dio un dolor de cabeza que aún le dura.

Sí, definitivamente sí, esa fue la experiencia que desde entonces me hizo amar y odiar a la misma vez a la Fórmula 1. La que me ha hecho creer un poco más en mí, en mis posibilidades, valorar mis capacidades e intentar desarrollarlas. Por la que decidí abrirme una cuenta de Twitter, mi pequeño diario particular, que fue sin lugar a dudas uno de mis mayores aciertos y que años después tantísimas puertas me ha abierto. En este punto no me puedo olvidar de Planeta Deporte y un chico llamado Alejandro Cerdà, que me dio la oportunidad de ir acreditado como periodista de F1 cuando tan solo tenía 18 años y aún no había salido de mi casa. Él fue la primera persona que confió en mí. Tampoco puedo olvidarme de Iker, Raquel, Sole, Blanca, Selene, Ángela, Edu, Kevin, Sandra y un sinfín de formuleros, amigos, que me llevaré (ojalá para siempre) bajo el lema de “Nunca pilotarás solo”. Por si fuese poco, por la que decidí abandonar magisterio e irme con mi maleta a Murcia a estudiar Periodismo. Una decisión que cuatro años más tarde sé y tengo el convencimiento de que fue la acertada.

He de hacer especial hincapié en Xavier Gazquez, un hombre que dice ser mi “padre formulero” y que a día de hoy me da la oportunidad, junto con Graining, de poder trabajar en circuitos como los de Montmeló o Spa-Francorchamps. Casi nada, señores.

Ahora toca recoger tu legado y por ello me voy a Inglaterra en enero. Sí, otra decisión que no es pura casualidad. Una aventura en la que espero poder aprender inglés y volver más preparado para tocar a esa puerta con la que sueño que algún día se abra: la puerta de la F1 como periodista profesional.

No sé si saldrá bien, pero prometo no rendirme nunca como tú bien nos has enseñado durante tantos y tantos años. Prometo intentar poner mi granito de arena para que en unos años -si logro mi meta- a través de mis artículos haya al menos una persona que se enamore de este apasionante y también injusto deporte, con el que tantas alegrías y tantos malos momentos nos hemos llevado.

Y es que Fernando, seguramente no sepas ni de mi existencia, aunque de vez en cuando nos hayamos cruzado por el paddock, pero, ¿lees todo esto?, pues bien, tal y como me ha dicho un familiar esta tarde-noche: “En parte, todo lo que estás haciendo, se lo “debes” a él”.

Lo sé, no es un adiós definitivo, pero seamos francos… ya nada será igual. La F1 sin ti pierde uno de sus pilares. Sin embargo, te mereces volver a lo más alto del podio, te mereces volver a saborear el champan, te mereces un equipo que esté a tu altura. Quizá las américas te devuelvan todo lo que la F1 en estos últimos años te ha quitado y quizá, solo quizá, este sea un buen momento para decirte que: “Lo mejor está por llegar”.

Te vamos a echar de menos. Gracias Fernando. Gracias bicampeón. #14

 

Imágenes: Ramón Palanco – Eduardo Grande – @F1